Los Atacameños

Los Atacameños
Los Atacameños o likanantai habitan en los oasis, valles y quebradas de la provincia del Loa, en el norte de Chile (II Región). En esta zona se encuentran el Salar de Atacama, el volcán Licancabur y los ríos Salado y Grande. Este hábitat desértico comprende el sector de la hoya del Salar de Atacama, el pueblo de San Pedro de Atacama y la cuenca del río Loa, cuyo centro es la ciudad de Calama. La comunidad es un concepto que predomina en la vida social de este pueblo. La construcción de un camino, un local para la comunidad, limpiar los canales de regadío, son algunas de las actividades que los convocan. Los centros ceremoniales y también comerciales, donde confluyen todos sus componentes son Caspana, Peine, Socaire, San Pedro de Atacama y Toconao. El Censo de población (1992) entrega una cifra global de 85. 829 habitantes indígenas para la provincia del Loa, pero sin especificar su origen étnico específico. El clima, en general, es templado presentando bruscos cambios de temperatura entre el día y la noche. Hay poca cantidad de lluvia, pero contribuye al crecimiento de las vegas y las arboledas en los territorios planos. En este paisaje se encuentran especies vegetales como algarrobos y chañares; y animales, tales como zorros, cóndores y quirquinchos. Desde el período prehispánico hasta el presente, el pueblo Atacameño ha demostrado gran capacidad de adaptación al clima desértico, caracterizado por su extrema aridez. En esta área ocupada desde hace 10.000 años, prevalecen grandes extensiones con escasos ríos, cerca de los cuales se han ubicado las aldeas de este pueblo, pequeñas y rodeadas por muros defensivos. El cronista Mariño de Lobera los describe así: «Algarrobos y chañarales son importantes en su alimentación diaria. Muelen la algarroba para fabricar una bebida muy gustosa. Las tierras son regadas por muchas acequias y su forma de cultivo es en terrazas a la usanza andina.»

Origen
Los Atacameños provienen de antiguos cazadores y recolectores que se adaptaron a la zona gracias a las favorables condiciones que ofrecía la cuenca del río Loa. Esta cultura alcanzó un gran desarrollo en el siglo XV, antes de la llegada de los Incas al actual territorio chileno. Ancestralmente se destacaron en el uso de la metalurgia, alfarería, textilería y técnicas de cultivo de la tierra en terrazas. El cronista Mariño de Lobera dice al respecto: «Viven en aldeas y en la organización social y política destacan por dividir sus poblados en Ayllus y en cada uno de ellos hay un alcalde, cuya insignia es un bastón con puño de plata...» Sucesivas etapas y poblamientos, pasando por un gran florecimiento cultural en el s. III d. C. ha experimentado este pueblo que hoy todavía conserva rasgos de este pasado, en rituales, técnicas de cultivo y manufactura de artesanías. Además mantiene su modo peculiar de construcción, donde se percibe su rica herencia ancestral.

Arquitectura Atacameña Entre las construcciones atacameñas tradicionales se destacan las fortificaciones o Pukarás, para defenderse de los ataques de diaguitas, incas y españoles, los canales de regadío que posibilitaron la agricultura de oasis, y la característica vivienda atacameña. Esta era un recinto rectangular hecho de barro. Encima del techo de brea, paja y barro, tenían apartamentos circulares pequeños que les servían de granero para guardar maíz, frejoles, papa, quinua, algarroba y chañar. Los bajos de la vivienda estaban divididos. En una parte se situaba la habitación, donde dormían y guardaban el menaje de casa consistente en tinajas y cántaros. La otra parte de la casa estaba reservada al recinto principal, y era de bóveda alta hasta el subsuelo y cuadrada. Allí enterraban a sus bisabuelos, abuelos y padres.

Grandes Alfareros
La cerámica y los objetos rituales hechos en láminas de oro, especialmente las tabletas de rapé constituyen el arte tradicional atacameño. Actualmente, los artesanos atacameños realizan trabajos en piedra, representando en miniaturas las iglesias de las aldeas de: Chui-Chiu, San Pedro de Atacama, Toconao, entre otras. La textilería se enmarca dentro de la tradición andina, destacándose por la perfección de la técnica ancestral realizada en telar, por el uso de colores contrastados y el apretado tejido realizado en algodón y lana de alpaca o llama.